Lo que está acabando con el capitalismo, según quienes lo llevan a cabo


Prestigiosos directivos han confesado que están obteniendo todo el beneficio que pueden para dárselo a sus accionistas. Pero ese es un virus muy difícil de manejar

EEUU está en plena transición, una más, hacia un nuevo sistema fiscal. Trump ha asegurado que la reforma será muy provechosa para todos, porque si bien la parte más rica de la sociedad pagará menos, las cantidades que dejen de abonar serán reinvertidas en el sector productivo, de forma que las empresas se desarrollarán y se crearán muchos más puestos de trabajo americanos.

El anuncio de la reforma ha generado controversia en la sociedad estadounidense. Desde el lado progresista, o al menos en parte de él, se ha entendido como una reforma para favorecer a quienes se encuentran en lo más alto de la pirámide social, una crítica que ha resumido en un tuit (con sorna) la periodista y escritora Barbara Ehrenreich. Es mucho mejor, asegura, que cada integrante de las clases medias y de las trabajadoras de su país envíe un cheque de 1.000 dólares a su rico preferido y así se evitan el engorro de la reforma legal.

Flujo de ingresos hacia arriba

Puede parecer una simple provocación, pero lo cierto es que los hechos no lo desmienten. Esa transferencia hacia arriba de los recursos sociales a la que solemos llamar desigualdad, más acentuada que nunca, encuentra en los impuestos uno de sus caminos favoritos.

Lo curioso es que, si bien en la sociedad estadounidense hay posturas distintas respecto de la conveniencia o no de la rebaja de impuestos, todos los sectores coinciden con la crítica de Ehrenreich. Desde luego, la izquierda insiste en ese mal uso de las posibilidades legislativas, pero también los empresarios. Muchos de ellos, entre los que se cuentan James Quincey, el presidente y director ejecutivo de Coca Cola, el director financiero de Pfizer Frank D'Amelio y el director financiero de Cisco Kelly Kramer declararon que el recorte es genial, porque así podrán tener más dinero que destinarán a sus accionistas (y a ellos mismos). Como asegura 'Bloomberg' sobre Robert Bradway, director ejecutivo de Amgen Inc., su compañía había estado en los últimos tiempos "devolviendo activamente capital en forma de dividendos y de recompra de acciones y espero que continuemos así", algo que ratificó Kramer: "Podremos volvernos mucho más agresivos con la recompra de acciones".

Hace siete años

Jaime Dimon, director general de JPMorgan Chase & Co., el hombre que aseguraba que Europa debía reducir su nivel de vida ("Tenéis que vivir peor"). Uno de los apoyos con que cuenta Trump, señalaba que esta rebaja tenía que haberse producido hace siete años, durante el mandato Obama. De ese modo se habrían ahorrado pagar miles de millones de dólares, de forma que las empresas ya habrían retribuido a sus accionistas y algunas estarían en condiciones de invertir en sus negocios.

Parece que la idea con la que Trump justifica la reforma no es muy popular. Y no es sólo que ni siquiera Dimon disimule cuál va a ser el destino de esa rebaja, sino de que en los actos públicos los directivos se lo han dicho expresamente. En un discurso pronunciado en el 'CEO Council' del 'Wall Street Journal' por Gary Cohn, el principal asesor económico de Trump, el moderador solicitó que levantasen la mano los empresarios y directivos asistentes que tenían pensado reinvertir en la compañía las cantidades "perdonadas" por la nueva ley fiscal. Aquello fue un erial.

Así funcionan las cosas

Las grandes empresas han emprendido una huida hacia adelante en la que sólo tienen una cosa en la cabeza, remunerar al accionista. Puede ser en forma de dividendos, de recompra de acciones o de otras operaciones, como las fusiones y adquisiciones, con las que provocar que el valor suba. Nada objetable, dirán los defensores del sistema, ya que ese es el primer fin de una compañía. Los CEO actuales realizan esa tarea con más ahínco que los de años atrás y es de agradecer, porque esa es la actitud que hace que el capitalismo funcione.

Pero este razonamiento estúpido también está multiplicando los problemas en nuestra clase corporativa. Ya ni siquiera los capitalistas convencidos pueden estar de acuerdo con el "toma el dinero y corre" en que se ha convertido el mundo de las grandes empresas. John Bogle, fundador de Vanguard Group, afirma que "los beneficios de las corporaciones después de impuestos son los más altos de la historia desde 1929. Las compañías se encuentran en su nivel más alto, mientras que los salarios están en la época más baja desde hace 15 años. Uno de los mayores defectos de las corporaciones es que están poniendo a los accionistas por delante de la gente que realmente construye la empresa, la que dedica su cuerpo y alma a ella". En ese contexto, la reforma de Trump "es una abominación moral".

El sistema no va bien

Este tipo de críticas se suman a las realizadas recientemente en distintos sectores de la alta dirección. Sir Philip Hampton, presidente de GlaxoSmithKline, ha subrayado que este escenario está deteriorando todo aquello que puede hacer que una empresa crezca, como la inversión en personal más cualificado, la puesta en marcha de nuevas plantas y la inversión en I+D. Como la prioridad es retribuir a los inversores, el dinero no se destina a generar un mejor futuro, sino a que quienes tienen solo un interés ocasional en la firma ganen más dinero. En ese sentido, sir Nigel Rudd, presidente de la empresa de ingeniería aeroespacial Meggitt, aseguró que el "capitalismo había sido secuestrado por el management", y que "en las últimas décadas ha habido gente que se ha enriquecido enormemente sin asumir ningún riesgo financiero y que la ciudadanía acabará vengándose de un sistema que ven injusto".

Para Carolyn Fairbairn, directora general de la Confederación de la Industria Británica, el capitalismo actual tiene problemas serios, que pueden resumirse en estos cuatro puntos: "El colapso financiero, la primacía del valor para los accionistas a expensas de cualquier otro propósito de las empresas, la evasión de impuestos y los elevados salarios para los directivos". En el mismo sentido se pronunció Robert Swannell, ex presidente de Marks & Spencer, quien aseguró que el capitalismo ha "perdido el rumbo" y que los inversores estaban apretando a las empresas por la vía del cortoplacismo.

El virus

Este diagnóstico no puede ser ignorado durante más tiempo, salvo que se quiera seguir ahondando en el enorme agujero que están creando en la capa de ozono empresarial. Un capitalismo tan financiarizado sólo puede funcionar extrayendo cada vez más rentas de las empresas productivas, de los trabajadores que las componen, de los proveedores, de los clientes, de los pequeños empresarios, y de los autónomos; y desde luego, de los Estados y de las instituciones públicas. Pero eso es comportarse como el virus que ataca el cuerpo que lo contiene. Un enorme problema para todos.


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