El desarrollo desenfrenado de Asia nos está dejando sin arena


Indonesia ha limitado las exportaciones mientras que India ha reducido las licencias. Vietnam se quedará sin arena en 2020 y ha prohibido las exportaciones

El pasado 21 de diciembre, el general Prayuth Chan-ocha, primer ministro de Tailandia, con casco de obra en la cabeza y pala en mano, dio el pistoletazo de salida a la construcción del primer tren de alta velocidad del país, que conectará la capital con la ciudad de Nakhon Ratchasima. El proyecto, que se había demorado durante años, se aceleró a mediados de 2017 después de que China diera un impulso definitivo a su proyecto de Nueva Ruta de la Seda, por el que pretende conectar el viejo imperio con más de 60 países en Asia, África y Europa a través de infraestructuras. Durante los próximos años se espera que cientos de proyectos similares, desde trenes a puertos y carreteras, se inicien en los países a los que China ha ofrecido financiación especial.

Sin embargo, esta fiebre megalómana puede encontrarse con un pequeño imprevisto con el que pocos han contado: la arena necesaria para construir todos esos proyectos se está acabando. Así, según un informe de Naciones Unidas de 2014, la arena y la grava son los recursos más extraídos en el mundo, incluso por encima de los combustibles fósiles, y se están obteniendo “a una tasa mucho mayor a la de renovación". “La arena y la grava son las principales materias primas utilizadas para actividades humanas. Están por todos lados: carreteras, presas, edificios, aeropuertos, extensión de tierra...", explica Pascal Peduzzi, director de la Base de Datos de Naciones Unidas para la Información sobre Recursos Globales (GRID en inglés) y autor del informe. “Es tan habitual y tenemos tanta arena, que los humanos no estamos preparados para los impactos continuos [de su extracción]".

Y Asia ha sido una de las principales culpables de este uso descontrolado durante los últimos años. Pekín ha cuadriplicado su tamaño entre 1999 y 2009. Nueva Delhi triplicó su población en sólo 25 años. Singapur ha incrementado su suelo un 20% a través de islas artificiales o extensiones de las existentes en dos siglos. El mundo utilizó en 2014 12.830 millones de toneladas de arena para construcción, de las que más de un 70% fueron destinadas a proyectos en Asia, principalmente en China, según datos de la firma de consultoría Freedonia Group. Y se espera que la tendencia siga en aumento; según Price Waterhouse Coopers, el 60% del gasto global en infraestructura se hará en Asia, de aquí a 2025. Mientras, en Europa, la demanda de arena ha caído desde el inicio de la crisis económica pero también se espera que crezca en el mismo periodo.

La falta de atención que ha recibido la arena por parte de una comunidad internacional que tiene en su agenda medioambiental la lucha contra la desertificación tiene una razón simple: la arena parece más abundante de lo que es. “Es algo de lo que sólo nos hemos dado cuenta recientemente. No es obvio pensar que un recurso como la arena puede ser limitado", asegura Aurora Torres, investigadora del Centro Alemán para la Investigación Integral de la Biodiversidad. Sin embargo, no es la arena de los grandes desiertos la que utiliza la industria de la construcción o cualquiera de las otras que necesitan de esta materia prima, como la electrónica, el vidrio o incluso el 'fracking'. Su origen es no obstante más controvertido ya que a menudo procede de estuarios y otras zonas de alto valor ecológico. Y aunque hasta ahora la arena era “un recurso que se extraído tradicionalmente de forma local, el comercio internacional está aumentando", asegura Torres.

Un alto impacto medioambiental

El suelo sobre el que se erige el Marina Bay Sands, un impresionante complejo de tres edificios que se ha convertido en un símbolo de Singapur, no existía hace poco más de tres décadas. Ni el suelo sobre el que se levanta el aeropuerto de Changi, uno de los más grandes de Asia y mejor valorados. Como buena parte del territorio de la ciudad-Estado, ambos se alzan sobre las llamadas tierras ganadas al mar, un proceso que se ha dado en muchas partes del mundo pero del que Singapur es un maestro. Y para ello, ha necesitado grandes cantidades de arena que han convertido al país en el mayor consumidor per cápita de este recurso.

En los primeros procesos de expansión, a principios del siglo XX, la arena procedía de pequeñas colinas dentro de la misma Singapur o de sus zonas costeras. Sin embargo, pronto fue insuficiente y la ciudad-Estado tuvo que empezar a importar la materia prima.

A partir de 2007, la arena necesaria para incrementar el tamaño de Singapur empezó a salir del suelo de la provincia de Koh Kong en Camboya. La disrupción del ecosistema fue tal que las poblaciones de peces de la zona comenzaron a desaparecer y, con ellos, el modo de vida de buena parte de sus comunidades. “Los impactos son difíciles de entender porque no se ha hecho ningún estudio científico específico pero hemos documentado una caída dramática del número de cangrejos e intrusión salina en los manglares", asegura Alejandro Gonzalez-Davidson, co-fundador de la organización local Mother Nature.

Otros países en Asia han sufrido también el impacto medioambiental. En Indonesia, varias islas han desaparecido cerca de Jakarta, la capital, mientras que en China, el principal lago de agua dulce, el Poyang, ha tenido también una gran reducción de sus niveles de agua. “Antes de quedarnos sin arena, nos enfrentaremos a los impactos medioambientales de su extracción", asegura Pascal Peduzzi.

Algunos países ya están empezando a tomar medidas al respecto. Indonesia ha limitado las exportaciones de arena mientras que India ha reducido las licencias. Vietnam, el segundo productor de cemento del continente, ha asegurado que se quedará sin arena en 2020 y ha prohibido también las exportaciones.

En Camboya, sin embargo, no ha sido el impacto medioambiental el que ha hecho que el Gobierno se replantee las exportaciones, sino una investigación de Mother Nature en la que acusaba al Ejecutivo de falsear los datos de aduanas. Así, Camboya sólo hizo oficiales exportaciones de arena a Singapur por valor de 5,5 millones de dólares entre 2007 y 2015, mientras que la ciudad-estado registró más de 750 millones de dólares. “Era un fraude sistemático", asegura Gonzalez-Davidson. El escándalo llevó al Gobierno a suspender primero y prohibir después las exportaciones de arena, algo que ha permitido cierta recuperación en la zona. “Aún no estamos seguros del impacto a largo plazo que se ha causado ya, pero no creo que el manglar sobreviva", asegura.

Uno de los principales problemas, sin embargo, es que apenas hay alternativas al uso de arena en construcción. “Reciclar puede ser una alternativa en países desarrollados que no están creciendo tan rápido, pero no es una posibilidad para el Sudeste Asiático o China", asegura Aurora Torres. Algunos proyectos en Asia están intentando utilizar plásticos reciclados o cenizas, asegura, “pero hoy en día no hay una alternativa real que pueda dar respuesta a la inmensa demanda de arena".


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