Por qué no puedes tener más que 150 amigos
El tamaño del cerebro es el principal indicador del tamaño de los grupos sociales en los primates
El ser humano es un animal social porque nuestro cerebro está diseñado para vivir en comunidad. Lo mismo que la comida y el refugio son necesidades básicas, también lo es pertenecer a un grupo y establecer relaciones: vivir en familia, sentirse integrado en el colegio, formar parte de un equipo o compartir publicaciones con los amigos en las redes sociales responden a impulsos humanos que implican una amplia variedad de acciones, ideas y sentimientos. Los biólogos evolutivos y los antropólogos que han estudiado los mecanismos detrás de estas interacciones sugieren que la cohesión social y los vínculos duraderos del Homo sapiens han sido la clave de su éxito evolutivo. Nuestra especie ha desarrollado formas únicas y complejas de reforzar los lazos de amistad y para poder manejarlos, la evolución nos ha dado un cerebro con mayor capacidad que el de cualquier otra especie.
En base a esta idea, Robin Dunbar, antropólogo de la Universidad de Oxford, desarrolló en los años 90 la famosa Teoría del Cerebro Social. Dunbar demostró que el tamaño del cerebro es el principal indicador del tamaño de los grupos sociales en los primates. Cuanto más grande es el neocórtex (la capa más externa) de la especie, mayor es el número de individuos que viven en comunidad. El hecho de que los humanos tengamos grupos sociales mucho más grandes que el resto de primates implica también que utiliza vínculos más sofisticados y eficientes -como reír, cantar o bailar- en lugar de sólo tocar y acicalarse, como otras especies.
Ahora bien, la cantidad de capital social que tiene una persona no es infinita. El tiempo y la energía de la que disponemos son limitados. Un mayor número de relaciones implica que la cantidad de capital social que se puede dedicar a cada una es menor. Y tomando como referencia el tamaño del neocórtex humano, Dunbar concretó además sus investigaciones en un número: 150 amigos. Una persona tiene, generalmente, uno o dos 'mejores amigos', cinco 'amigos íntimos', 15 'buenos amigos', 50 'amigos cercanos' y en torno a 100 'amigos' a secas. Cualquier otra cosa más allá de eso sería demasiado complicado de gestionar a niveles de procesamiento óptimos. Así nuestras relaciones forman una serie de círculos de tamaño creciente en su expansión y de intensidad y calidad decrecientes en nuestras relaciones.
Ahora un grupo de investigadores de la Universidad Carlos III ha verificado por primera vez con datos reales y cálculos estadísticos el llamado número de Dunbar. "Partiendo de esa misma idea, las matemáticas nos permiten revelar cómo se distribuye realmente ese esfuerzo en las relaciones", explica Anxo Sánchez, catedrático de Matemáticas Aplicadas y coautor de la investigación. Se trata de la primera vez que una teoría puramente matemática -en este caso la de máxima entropía- ha sido empleada para predecir un fenómeno o estructura social. El trabajo, elaborado con el apoyo de las Ayudas a Equipos de Investigación Científica de la Fundación BBVA, se publica esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
En la amistad, menos es más
Para poner a prueba las teorías de Dunbar en el mundo real, los investigadores recogieron datos de comunidades de inmigrantes en España relativamente aisladas, en colaboración con el antropólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona José Luis Molina. Tras aplicar el modelo teórico, descubrieron que las predicciones de Dunbar resistían el cálculo. "La dificultad de estos trabajos es cómo interpretar estos datos", señala Sánchez, "hacer las cuentas no es complicado, pero traducirlos sí: ahí es donde entran los antropólogos y los sociólogos".
Mediante las técnicas estadísticas, los investigadores han concretado la distribución de estos círculos de amistad en grupos reales y han puesto de relieve que se trata de un fenómeno de régimen invertido; es decir, en las comunidades pequeñas, con menos posibilidades para relacionarse, la intensidad de los vínculos es mayor. Así, los autores han comprobado que en grupos reducidos y relativamente aislados -por ejemplo en comunidades de inmigrantes-, el círculo de amistades más íntimas es más numeroso. "Si tienes mucha capacidad o pocas personas a tu alrededor, los conviertes a todos en amigos íntimos", explica Sánchez. Además, los autores explican que las mismas estructuras sociales se repiten una y otra vez en diferentes escenarios. Cuando se pasa a formar parte de un nuevo grupo, entran en funcionamiento los mismos patrones y el capital social se reorganiza.
La influencia de las redes sociales
Por otro lado, en la última década las redes sociales están cambiando la naturaleza de las interacciones humanas. La tecnología nos permite estar conectados a un mayor número de personas pero eso no significa que nuestra capacidad para relacionarnos con otros aumente. "Evidentemente, nadie tiene ni tiempo ni capacidad cognitiva para relacionarse ni revisar el perfil de Facebook de miles de personas", señala Sánchez. "Las redes están causando una cierta redistribución del capital o esfuerzo que dedicas a cada relación, hacen que tengas menos amigos y más conocidos".
De esta forma los expertos explican que las nuevas plataformas han permitido mantener el contacto con personas que de otro modo desaparecerían, pero eso sólo implica una redistribución del tiempo, un aumento las relaciones más superficiales. Además, según ha señalado el propio Dunbar, la interacción cara a cara implica elementos compartidos que refuerzan la relación en una forma que no puede ser sustituida en el mundo digital. Hace algunos años el antropólogo se lo explicaba así a una periodista del diario The Guardian: "Es verdad que ahora puedo saber qué has desayunado leyendo un tuit, pero ¿significa eso que te conozco mejor?".